Ya es oficial. YPF ha sido nacionalizada por el Gobierno de Argentina. 'Cuando el río suena, agua lleva' y tras varias semanas de rumores hoy se ha confirmado lo que muchos temíamos: el giro hacia el populismo más banal y el desprecio absoluto por un valor imprescindible para el tipo de sociedad en el que hoy vivimos: la propiedad privada.
Cristina Kirchner ha dado un gran paso hoy hacia la decadencia de Argentina. El pan para hoy y hambre para mañana. Los modelos más simples de exaltación del pueblo que tienen su fiel reflejo en la Venezuela de Hugo Chavez, donde la expropiación está a la orden del día y el derecho a la propiedad privada, así como muchos otros -como la libertad de expresión-, no existen. La presidenta argentina ha decidido unirse a esa corriente de decadencia que se alimenta de las clases más bajas y sin apenas educación (esa misma educación de la que alardea un estado por y para el pueblo) donde un plato encima de la mesa es la mejor campaña política posible.
"Salvaguardar la soberanía hidrocarburífera de Argentina" así lo ha llamado el Gobierno argentino. Pero tal es la caradura de Kirchner que si bien un día se enriqueció con la venta de YPF a Repsol, hoy defiende la soberanía del pueblo argentino, y cito textualmente un artículo Martín Caparrós en El País: "...Es cierto. Sería mucho más cierto si agregara que ella y su marido estuvieron entre los líderes más entusiastas de la desnacionalización, y que ella y su marido consiguieron gracias a la privatización 500 millones de dólares que nunca reaparecieron, y que ella y su marido fueron los que obligaron a Repsol a venderles a sus amigos Eskenazi una parte importante de la empresa con el dinero de la propia empresa, y que ella y su marido apoyaron y elogiaron con todo entusiasmo –hace solo meses– a esa empresa argentinizada, y que ella y su marido gobernaron durante estos nueve años de desnacionalización y desinversión". Esta es la clase política que muy a su pesar tienen los argentinos. Esta nacionalización crea un precedente para las demás empresas extranjeras en el país andino. Hoy ha sido el gas y mañana puede que tengan que salvaguardar la soberanía del sector bancario argentino o vete tu a saber qué inventan. Lo único que produce es desconfianza de los inversores extranjeros, que en lugar de invertir en Argentina, generando riqueza y puestos de trabajo, lo harán en Brasil o Colombia, donde existe mayor seguridad jurídica. El tiempo pone a todos en su sitio y veremos cómo acaba este cuento populista donde un puñado de votos es más importante que la credibilidad internacional de un país. En fin, "good night and good luck"